miércoles, 30 de noviembre de 2011

Y EL PUEBLO DIJO “NO”


Y EL PUEBLO DIJO NO........
            Quienes lo vivimos y tenemos algo de memoria recordamos que fue un día luminoso, aquel domingo 30 de noviembre de 1980 parecía que el sol brillaba como nunca antes lo había hecho y eso aún a pesar de la lluvia que cayó en algún momento. Llegábamos ese día al final de un proceso de un par de meses al cabo del cual, dentro de las limitadísimas posibilidades que la dictadura proporcionaba, se había procesado la discusión y definido el rechazo del proyecto de reforma constitucional del autoritarismo.
            En un marco de represión férrea, con partidos y actores políticos presos y proscriptos, como siempre sucede, el pueblo uruguayo supo darse las formas y espacios para decirse a sí mismo que la decisión no podía ser otra que un “no” rotundo.
Justicia es reconocer a algunas figuras que fueron determinantes en esos momentos de mordaza y ostracismo, imposible no recordar las alocuciones del Dr. Enrique Tarigo, jurista y catedrático universitario que, en momentos de persecución, tomó la bandera de su Partido Colorado y de la democracia toda.
Algunas figuras identificadas con el pensamiento conservador como el nacionalista Eduardo Pons Etcheverry, también se alinearon por la negativa y pudo apreciarse, desde algunas semanas antes, que ese engendro de la dictadura había nacido irremediablemente huérfano.
            Cuando ese domingo expiraba los uruguayos ya sabíamos que más del 57% de los orientales había dicho “no”. Un diario casi históricamente oficialista titulaba al día siguiente, “Un no aplastante”; el periodista y vocero de la dictadura argentina y hoy ya desaparecido José Gómez Fuentes, reflexionaba a propósito en el noticiero del canal oficial argentino en el informativo del lunes 1° de diciembre: “Esto nos mueve a una reflexión, cuando un gobierno llama a plebiscito debe hacerlo para ganar. . .”
            Alguien desde su exilio londinense, Wilson Ferreira Aldunate, expresaba su orgullo oriental, cada vez que era felicitado por la gran lección de civismo y democracia dada por su pueblo. “Perdimos, ¿y ahora qué hacemos?”, cuenta Mauricio Rosencoff era el comentario de sus carceleros del cuartel de Treinta y Tres.
En silencio, sin aspavientos dentro de la gran cárcel que era todo el país por aquellos tiempos, los uruguayos festejamos corazón adentro aquella  victoria colectiva, habíamos derrotado al poder militar, pero lo más importante: nos habíamos demostrado a nosotros mismos que éramos la mayoría, el régimen comenzaba a agonizar, a partir de ese día ya nada sería igual.
            Y efectivamente comenzó otra etapa, en 1982 y siguiendo un cronograma alternativo previsto por la dictadura en caso de ser derrotada como efectivamente lo fue, se realizan las elecciones internas de los partidos políticos autorizados a funcionar. Los sectores francamente antidictatoriales y democráticos de los partidos tradicionales tuvieron victoria rotunda sobre aquellos que se identificaban con la dictadura.
Desde su prisión Líber Seregni llama a los frenteamplistas a “marcar” sus votos sufragando en blanco, así, sin propaganda, solo sostenido por el boca a boca, ochenta mil ciudadanos hicieron uso de esa opción histórica.
            El último domingo de noviembre de 1983, justo el día en que habitualmente se realizan elecciones en el Uruguay, una multitud de cientos de miles rodea el obelisco a los constituyentes, donde se ha instalado un estrado ocupado por dirigentes de todos los partidos políticos. “Un río de libertad”, como se lo denominó, fluía como torrente incontenible mientras desde el estrado, el actor Alberto Candeau nos convocaba a no creer en los “ídolos de pies de barro”. Esa misma manifestación se repitió en todas las capitales departamentales, y aquí en esta misma plaza, la plaza Artigas, los salteños demócratas y libres nos volvíamos a ver las caras y a sonreír con esperanza.
            Los conjuntos de carnaval y el canto popular uruguayo le ponían letra y música a esa resistencia a esa altura indisimulada. Entre líneas, las canciones nos convocaban a “redoblar la esperanza. . .”, nos hablaban de las ganas de “volver a tus mostradores . . .” y hacían referencia a una murguita que iba “creciendo y ya se armó . . .” Crecía a cada paso mientras el enemigo común se replegaba cuidando puntillosamente que ese retiro fuera lo menos indigno posible.
            Al año siguiente se producen elecciones luego de trece años, elecciones con partidos políticos y dirigentes proscriptos y algunos presos, pero más allá del resultado electoral previsible y las circunstancias que rodearon a ese episodio histórico, los uruguayos teníamos razones muy fuertes para sentirnos ilusionados con la nueva etapa que comenzaba. El 1° de marzo siguiente asume el gobierno electo y se desproscriben todos los partidos políticos, un par de semanas más tarde las cárceles se vacían de presos políticos, el enemigo común en retirada pero agazapado y los partidos políticos apuntando todas sus baterías a la lucha y la controversia democrática.
            Hoy, a treinta y un años de aquel histórico acontecimiento y enfrentados a una coyuntura nacional, regional e internacional muy diferente y en algunos aspectos casi diametralmente opuesta, no podemos menos que revalorizar el manso pero inclaudicable coraje de un pueblo que no estuvo dispuesto a ser quebrado en valores tan propios como la libertad, la tolerancia y el respeto al otro. Un político salteño, de febril actividad por aquellos años y los siguientes, llegó a decir que este episodio era casi tan trascendente como la Redota, más allá de la polémica, y mirado en la perspectiva del tiempo, no pudo ser más rotundo y claro ese grito de libertad de todo un pueblo, con sus diferentes banderas y visiones, pero hermanado en defensa de valores indisolubles e innegociables.

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